martes, 7 de diciembre de 2010

Batallas campales.

Frente al espejo de nuevo...
De nuevo esa cara cansada, horrible, desarreglada, desanimada y falta de vida mirándote fijamente... De nuevo ese cuerpo que se desmorona a poco a poco, que cada vez se desarregla más, que se va destartalando a poco a poco; paralizado frente a un trozo de cristal pintado.
Y cuanto más se miran ambas imágenes, más se acercan... más se descubren: más se resaltan las ojeras, y piensas "cuánto he dejado de dormir por esto..."; más engordan la cara y la barriga y dices: "puta comida."; siguen apareciendo granos y rojeces y dices: "ataques de histeria en que te los tocas"; las puntas del pelo parecen abrirse más, más y más a cada vez, y piensas: "no tiene remedio."
Es en ese momento, cuando, en silencio, en la intimidad de tu cuarto... llega Mónica y empieza a chillar, a recriminarte cómo y quién eres, a hundirte en la mierda más y más; y llega Paula y le chilla a ella diciendo que vuelva a su armario y no salga más, y te chilla a ti diciéndote que no la escuches, que lo ocultes, que seas ella en apariencia... y de repente, solo estáis vosotras tres, en un espacio negro con puntos luminiscentes y solo te llegan a los oídos chillidos que se confunden, hasta que, en un último suspiro, las mandas a la mierda mentalmente y sólo queda de ellas un grandísimo dolor de cabeza que te atormentará unos minutos más, y desaparecerá en tu cuarto vacío... con la promesa de volver a discutir en otro momento.


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