domingo, 31 de octubre de 2010

Visita fraternal

Cuando visité a Mónica por última vez, no pude evitar que sus ojos, destrozados de llorar durante meses, me miraran y me hicieran sentir como una mierda al ver que pasaba de ellos. Por eso mismo, he decidido dejarla salir en los ratos a solas, e intentar mantenerla callada, aunque libre, en los ratos acompañados... no me ayuda para nada, pero por lo menos ante los ojos de la gente ya no "estoy rara", simplemente "estoy triste".

Asimismo, me encanta escuchar las conjeturas de la gente y las hipótesis... unos dicen que es pesimismo, otros dicen que es una mala racha, otros que, sea lo que sea, se arreglará; mientras que otros se limitan a decir: "eres tonta, anímate!; a lo que acostumbro a responder: "no soy tonta, soy realista, y por eso no puedo animarme".

En tiempos pasados, cuando estaba decepcionada, triste o simplemente necesitaba desahogarme, dibujaba, fotografiaba, escribia entradas o bien continuaba mi libro; mientras que ahora, en el peor de mis momentos: no tengo inspiración para dibujar ni tiempo para dedicarle, no dispongo de tiempo para largarme y capturar ese conjunto de fotografias solapadas que es el mundo, no tengo ni tan solo gracia escribiendo, porque me exprimo entre examenes y trabajos del colegio, y en casa, no tengo tiempo para plasmar la mierda en un papel o en internet, y mucho menos sacar imaginacion de donde no la hay para continuar con mi queridisimo libro.

Y mientras intento apoyarme en la voz de mi compañero sentimental, intento también autoayudarme con el libro que nos han mandado leer en psicologia "Déjame que te cuente- Jorge Bucai".

Mientras tanto, soy una alumna más de segundo de bachiller, que quiere suicidarse y ni siquiera tiene tiempo para eso.


Con un poco de suerte, nos veremos en la próxima entrada.

jueves, 7 de octubre de 2010

Recriminaciones de la mente.

Todo parece normal cuando entras en aquella habitación. Las sillas están donde siempre, junto a sus pupitres, como de costumbre; con la pizarra impecable frente al barullo de los compañeros de clase, todo como siempre. Pero, de repente, sales de tu trance y te das cuenta de que no hay nadie en ese antro, solo el sonido de sus voces; tampoco hay sillas ni pupitres, solo una pizarra completamente destrozada. Parece que hace años que nadie pasa por allí.

De repente te percatas de un espejo situado en el centro de la habitación, y te diriges hacia él con el aumento del volumen de las voces, hasta que por fin ves lo que debería ser tu reflejo. No se trata de tu imagen paralizada la que tienes delante, sino que ves a tus compañeros de clase conversando contigo, todos sonrientes, todos animados.

Por eso te extraña tanto oír esa voz gritando.
-¡Paula!- grita.
-¡Paula!- repite.
-¡Paula!- insiste, entre sollozos- ¡sácame de aquí, por favor!

Los llantos de la chica que gritaba te llevan a un armario en el que no habías reparado hasta ese momento, al fondo de la habitación.

-¡Paula! ¡Sé que estás ahí! ¡Ábreme, por favor!- grita ahogada en sus lágrimas de cocodrilo.

Cual no es tu sorpresa al abrir el armario y ver como la chica, agachada y acurrucada en el fondo del armario, levanta la vista para mirarte con sus ojos verdes anegados de lágrimas; te mira e intenta tranquilizarse.

-No puedo más Paula, necesito salir de aquí, te lo suplico.- Te dice casi en un susurro.
-Eres igualita a mí.- Le dices, como si no hubieras oído sus súplicas.
-¡Qué tonterías dices, Paula! ¡Claro que somos iguales!- su tristeza se vuelve ira.- Deja de intentar entretenerme, sácame de aquí.
-¿Quién eres?
-¿Cómo que quién soy? ¿Es que ya te has olvidado de mí?- Rie irónicamente.- Soy Mónica, joder, soy tus malditos sentimientos, Paula... no te hagas la sueca.
-¿Qué haces aquí?
-Me encerraste para que nadie me viera llorar. Optaste por que solo existiera una de las dos frente a la gente. Pensaste que haríamos explotar la cabeza de la niña del Caleidoscopio de haber continuado ambas luchando entre nosotras, y decidiste encerrarme para siempre.
-Así que, ¿te encerró ella?- dices señalando a la que creíste tu reflejo.
-¡Sí! Pero... un momento, si ella es Paula, ¿tú quién eres?
-Creo que aquella a la que has llamado la niña de Caleidoscopio.

Mónica empieza a gritar y a llorar de forma desalmada, lo cual crea un jaleo que parece que va a hacer que te explote la cabeza... Tu cerebro parece que va a estallar cuando tu cuerpo ha vuelto a la vida, y escuchas las voces de aquellos que esperan a que vuelvas a la realidad junto a tu cuerpo inconsciente... una vez más.


Crónicas de Evasión.