domingo, 22 de agosto de 2010

Maternal Instinct

Seguro que en más de una ocasión vuestra madre os ha dicho aquello de: "Cuando seas madre lo entenderás"; y os lo habéis tragado pensando en que ya lo entenderíais en un momento u otro de vuestra vida... Siempre os han dicho que nada es comparable al amor de una madre, que no valorais lo que las madres hacen por vosotros, que no sabéis cómo se siente una madre cuando su hijo llora, etcétera.

Pues bien, estimados lectores... yo no soy madre, no tengo la edad ni la madurez suficientes para poner a mi cargo una criatura recién llegada al mundo y darle de comer y un techo hasta que tenga edad y conocimiento suficientes para independizarse; por no tener, no tengo ni idea de qué va a ser de mi vida en cuanto termine bachiller: no sé si estudiaré fuera, si aquí, si estudiaré ingenieria o grado superior, ni de qué estudiar, ni a qué dedicarme, ni dónde vivir, ni con quién.
Lo único que tengo claro (porque puedo tenerlo) es que, haga lo que haga, tendré que seguir con mi vida... y, si no cambiamos de opinión ninguno de los dos (que espero, muy sinceramente que no) veo un futuro en el que formo una familia con cierta persona de grandísima importancia para mí... pero como he dicho, eso será cuando disponga de edad, conocimientos, madurez y recursos suficientes como para formar una familia y traer a una nueva criatura al mundo.

Bien, claro queda que no tengo espectativas de ser madre prontamente... pero eso no liquida el instinto maternal... Éste no se dispara al estar "preparando" un suculento bebé en el horno de tus entrañas... sino que también puede dispararse a alguien que acaba de adoptar al nuevo miembro de su familia, o en otros casos, donde (esta vez sí) entro yo.

La historia empieza con dos hermanos y una hermanastra. Existentes éstos tres en forma de un hermano 16 años mayor, una hermana 13 años mayor y, la (por lo menos para uno de ellos) hermanastra: yo.
Los dos hermanos emprendieron su propio camino en cuanto llegó el momento de estudiar una carrera... En diferentes años, claro está, pero en direcciones diferentes y fuera del alcance de mi memoria.
La hermana estudió en Barcelona donde, en la carrera, conoció a su más que oficial novio actual. De esto hace ya 10 años. Ahora viven en China, donde prosiguen con su vida.
El hermano estudió en Barcelona y su siguiente parada fue vivir en le preciosa Francia, donde, en su nuevo trabajo, conoció a su actual esposa. Se mudaron a Madrid, donde, después de unos meses de matrimonio y ya muchos años de vida compartida, llegó al mundo la segunda protagonista de ésta historia: mi sobrina.

Bien, puesto que ninguno de los dos hermanos vive en la isla, las visitas no suelen coincidir a menudo, pero si las épocas: en Navidad y en verano. Siendo triste pasarte todo el año (escepto dos o tres semanas) esperando a la llegada de tus hermanos, es un hecho que no se puede remediar. La hermana viene una semana en Navidad y otra en verano, con su novio (claro está); y el hermano y su familia aparecen una semana en Navidad y dos en verano.

Durante esas dos semanas del verano, y una tercera que mi sobrina elige quedarse sin sus padres con nosotros, y la semana en Navidad; es cuando realmente entiendo parcialmente las palabras de mi madre cuando me decía aquella frase comentada al principio. Es cuando, realmente, me siento la madre de aquella niña, y no su tía. Todo el día junto a ella, ayudándola, cuidándola, animándola y mimándola todo lo que sé... y el día que se va, llorar porque mi niña ya no vuelve hasta la próxima época de recogimiento familiar.
Durante esas cuatro semanas al año, me siento madre e hija más que nunca y unida a las dos personas que hacen eso posible bajo un mismo techo, y más a mi lado que nunca...

Creed a vuestras madres, ser madre, no es algo fácil... pero sí muy gratificante el ver la sonrisa que pone tu sobrina al verte cuando llega a tu casa... oír que cuando estás lejos te llama en lugar de llamar a su madre... ver que quiere darte besos y abrazos a tí más que a nadie, que eres a la única persona a la que quiere escuchar cuando está enfadada, y que eres la única que consigue hacer que deje de llorar, desde que no era más que un bebé.

Difícil, pero sentido, muy, muy sentido.

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